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Res 287 "A" Insp. de Personas Jurídicas
11 de Septiembre de 2006

11 de Setiembre de 2006

En el Día de Homenaje a Domingo Faustino Sarmiento (“Maestro de Américaâ€)

Para todos los docentes

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve le nombre de Maestra, que Tú llevaste por la tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura a todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún no turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de los que enseñe.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis nañas mí verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu coro de niños descalzos.
Hazme fuerte, aún en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre. Hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
Amigo compañero, Acompañame Sosténme! Muchas veces no tendré sino a ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero TU me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad; librame de ser complacida o trivial en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales ni mis mezquinos dolores de cada hora.
Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. La envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velásquez, que enseñar y amar intensamente sobre la tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.


Gabriela Mistral

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